
Una excelente noticia ha sido la salida de imprenta de una nueva edición de Tránsitos y demoras, el libro de Carlos Mijares Bracho sobre los problemas de la arquitectura. La flamante edición, nada menos que la cuarta, celebra la salida, en 2002, de la primera, aparece bajo el sello de la escuela que originalmente dio a conocerlo, el Instituto Superior de Arquitectura y Diseño de Chihuahua, el ISAD, al que tan ligado estuvo Mijares, y lo hace esta vez con el apoyo de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México. El libro ha sido diseñado y producido por la editorial Arquine. Aquí el texto que amablemente me fue solicitado para acompañar la nueva edición.

El gozoso aprendizaje del oficio arquitectónico
La manera en la que, por decirlo en términos arquitectónicos, desplantó este libro, es un ejemplo significativo de cómo pensaba Carlos Mijares. En la solución editorial que le dio, en el plan general de su estructura, en su lógica toda, hay una prueba de su modo de relacionarse con su oficio, del que fue uno de los grandes maestros de las últimas décadas en México.

Tres grandes bloques conforman sus secciones, como si fueran las partes de un proyecto arquitectónico: el primero de ellos sobre la naturaleza de los problemas que plantea el lenguaje de la arquitectura, el segundo sobre las preguntas que nacen del estudio de esos problemas, y el tercero, por último, las respuestas a esas preguntas. Cada uno de esos bloques tiene, a su vez, una división interna, casi idéntica: una introducción, un desarrollo y una serie de tres respuestas a sus respectivas preguntas, tal como fueron devueltas a la realidad, de donde originalmente habían sido recogidas. Las tres secciones están antecedidas por una nota preliminar, una presentación y un prólogo, y preceden a su vez a un epílogo, del modo en que los edificios se desenvuelven en el espacio con la misma secuencia natural que pediríamos a una casa habitación, a una fábrica, a un museo.

El desplante del libro, en el que está puesta en práctica la necesaria integración de las diversas escalas a las que se refería el maestro, pero también el afecto por los materiales al que solía referirse, y hasta su interés en los procesos constructivos, ha sido concebido de ese modo con el propósito de que transitemos por sus espacios bajo las mejores condiciones y todo ello nos comunique el deseo de demorarnos en sus páginas. En el camino, en el tránsito, pero especialmente en la demora, se consigue su objetivo final, que no es sino el efectivo e incluso gozoso aprendizaje del oficio arquitectónico.

No deja de ser notable el modo en que se hace sentir la compañía de Mijares en las páginas que siguen, a través de las virtudes que él encarnaba: su generosa bonhomía; su gusto y facilidad para la enseñanza; su amplísimo mundo cultural; su mensaje profundamente humanístico, transmitido en una prosa bella, transparente y expresiva.

Para esta nueva edición de Tránsitos y demoras no ha sido necesario tocarle ni una coma al libro, de modo que lo publicamos ahora exactamente como él lo concibió. Los cimientos están donde él los dispuso; en el lugar en que él las levantó, se mantienen sus paredes; las terrazas miran al mismo lugar hacia donde él las orientó. Con una sola excepción: hemos eliminado las imágenes de la obra de los maestros y colegas contemporáneos con que ilustró sus afirmaciones, lo que hizo como consecuencia de su discreción (su fino saber discernir, por supuesto, pero también su elegancia característica), y las hemos sustituido por una serie de fotografías de su propio trabajo, como un pequeño homenaje a su persona, desde luego, pero sobre todo porque nos parece que el catálogo de su obra construida ilustra mejor que nada sus enseñanzas, y por tanto la coherencia de cuanto pensaba y hacía.

La existencia de esta cuarta edición de Tránsitos y demoras no sólo subraya la entrañable y fructífera relación de nuestro arquitecto con el Instituto Superior de Arquitectura y Diseño, para el cual fue originalmente escrito. Por encima de eso, confirma el enorme interés que ha provocado su concepto de la arquitectura, mucho más en los tiempos que corren, cuando por todas partes vemos que no pocas de sus enseñanzas se van imponiendo en la práctica. El prestigio de Carlos Mijares y la sabiduría que hay en las páginas de este libro han atravesado indemnes lo que va del siglo XXI y llegan ahora a nosotros tan lozanos y promisorios como lo han sido siempre.
