Hace un par de meses, a propósito de una retícula de uso editorial de la revista Viceversa, salió a colación el número que dedicamos en octubre de 1997 al buen comer y beber. Recupero el texto de presentación que escribí para aquella ocasión.

Para comer y beber con Viceversa

Gracias a la inteligente y generosa asesoría de Hernán Lara Zavala, Viceversa ha confeccionado una guía de alcoholes con la función de aleccionar en el buen beber. El resultado es un singular ejercicio literario, pero sobre todo una guía gozosa y práctica de conocimientos y curiosidades sobre el alcohol, de la ginebra al pulque, del áspero aguardiente al refinado champán, de la manzanilla inaugural al culminante oporto.

Desde ahora tendrá que citarse este número para saber exactamente dónde afirmó Carlos Montemayor que un whisky excelente sabe a oro mezclado con luz; en qué lugar escribió Gerardo de la Torre que la cruda de mezcal provoca una especie de sed que “hace anhelar cascadas de jugo de mandarina”; en qué circunstancias, en fin, Gonzalo Celorio explicó que si el primer tequila serena, y el segundo exalta, el tercero nos conduce a la frontera de la nostalgia…

Este número especial se complementa con una celebración de los 450 años del nacimiento de Cervantes: la recreación, incluso física —vaya, con todo y sus recetas—, y gracias a la sabrosa lectura de Felipe Jiménez, de ciertos platillos del siglo del Quijote, algunos de los cuales aparecen citados expresamente en esa obra maestra de todas las épocas. Y por si fuera poco, reseñados también por nuestro especialista en gastronomía, publicamos nuestra lista de los diez mejores restaurantes de la ciudad de México, de acuerdo con un grupo de distinguidos comensales. ¿Es posible ofrecer un menú más suculento?

Según las palabras del poeta Eduardo Casar (reproducidas, por supuesto, en esta misma entrega), la palabra alcohol es una de las más hermosas del mundo, “tanto”, dice, “que se pronuncia como exhalando, porque su hache intermedia entre la o que se repite evoca aliento vital, ánima”. Por algo, añade, las bebidas con alcohol “se califican como espirituosas”. Las palabras de quienes las conocen con la lengua del paladar, dictadas por la lengua del espíritu, hacen de éste un número que de ninguna manera puedes darte el lujo de no leer.

Fernando Fernández