El día hoy, Juan Almela, el poeta hispanomexicano que publicó sus libros con el seudónimo de Gerardo Deniz, hubiera cumplido 87 años. No tengo mejor manera de recordarlo que volver a leer alguna de las transcripciones de las infinitas conversaciones que mantuvimos hacia el final de su vida, donde mi querido maestro se conserva exactamente como era en persona: espontáneo, divertido, sabio, punzante, memorioso. Cualquier día, casi a cualquier hora, podía yo marcarle por teléfono y conversar con él sin límite de tiempo sobre el tema que fuera, y el resultado era invariablemente grato y aleccionador. También podía darse la circunstancia contraria y que fuera él quien me llamara a mí, como en el caso del fragmento que copio a continuación. Lo escojo al azar y lo publico como una manera de recordar al amigo inolvidable el día de su cumpleaños de 2021.

De Chopin a José Gaos a María Zambrano

19 de agosto de 2009

Por teléfono

—Estaba oyendo a Chopin.

—Qué cosa.

—¿Qué es lo que más te gusta de Chopin?

—La Fantasía en Fa menor, o mayor, opus 49… Con ese nombre hay varias, pero en Fa no hay otra. Pero ¿qué oyes, qué oyes?

—Estaba oyendo los nocturnos.

—No todos son igual de buenos pero todos son buenos y algunos son formidables. Los últimos, sobre todo. Pero desde el primero… Yo los tocaba, tan mal como todo, y luego, pues sí, otra cosas, los preludios, las mazurcas. Las mazurcas son como cincuenta…

Juan Almela, en su estudio de San Antonio 36-6, colonia Ciudad de los Deportes. En primer término, asomada a la calle, la gata Koshka. Foto: Nicola Lorusso.

—¿Te gustan las polonesas?

—No. Es lo que menos. Además, fuera de las dos choteadas, que probablemente eran el pasto de mis once años, nos las aguanto. Confieso que las otras, creo que son 14, me tienen sin cuidado. Las tengo en un disco arcaico que sólo escuché creo que una vez, por compromisos de… Bueno, porque como decía Gaos, por lo menos oye uno los discos una vez. “Toda mi biblioteca es, en mayor o en menor grado, una colección de propósitos de lectura”. Lo cual está muy bien. Y añadía: “Los discos son un poco más sinceros: por lo menos se oyen una vez”.

—¿Quién decía eso?

—José Gaos, el gran filósofo insufrible… Estaba dividida la Facultad de Filosofía entre los de Gaos y los de Nicol. Eduardo Nicol, que se me perdió por completo. Nunca me importó ni lo leí, pero ya no oigo hablar de él, ni sé cuándo estiraría la pata o qué. En cambio de Gaos todavía seguían hablando. Y cuando se murió, sus libros ininteligibles, porque él era ininteligible….

—¿A Gaos sí lo intentaste leer?

—Sí, pero inútilmente y además no me interesaba tanto que me impidiera en la página 5 o 120 cerrar el libro. Sí. Ése es. Igual que su discípula amada, doña María Zambrano. Tenía por lo menos la virtud de que tenía treinta y pico de gatos, con su hermana. Vivían en Italia, María Zambrano y su hermana, solteronas, e infinitos gatos. Eso siempre es una misión valiosa.

—…

—Por cierto, Carlos Miranda me mandó, por esos aparatos que sólo mi hija entiende, una peliculita de cinco minutos de una gatita de Lituania que toca el piano, precioso. Una gatita. No toca, aprieta las teclas y suena, y hace las cosas más geniales con las dos manos, pam, pum, y demás. Y cuando ya la pasión la arrebata, se mete dentro del piano por debajo de la tapa y está analizando la anatomía interior del piano y vuelve asomar por el teclado. Y como acompañamiento musical sobre lo que la gata haya hecho, pusieron música, de orquesta, muy bien, y la tocan al mismo tiempo y sale una cosa inverosímil. Porque lo oyes y dices: “No, si esto es una obra moderna. No está nada mal esta pieza”. Eso tiene ilustres antecedentes. Hay una fuga, creo que de Tartini, del siglo XVIII, que se llama La Fuga del Gato, porque fue cuando el gato de Tartini se subió al teclado y lo recorrió de cuatro largos pasos, pim, pam, pum. Y sobre eso hizo una fuga…

—Pues ya veo que tuviste bastantes predecesores a la hora de armar tu poemita raveliano sobre los gatos.

—No, eso es diferente. Mis gatos ravelianos componen música. No conoces la pieza, ¿verdad?

—Claro, la tengo desde entonces y la pongo de cuando en cuando. Se llama “Blues”, ¿no? Es el segundo movimiento de la sonata…

—Sí, sí, es la que sirve de portada al librito.

—A Enroque. Y a María Zambrano ¿la tienes en consideración?

—¿Por qué no? Pobre señora, no me ha hecho ningún daño. Cuidaba gatos, ¿qué más le puedes pedir a una señora española?

–¿La has leído?

—No, no. No. Por eso, son chingamusas que no entiendo, ni falta que hace. Tengo demasiadas cosas… Ay, ahora tengo todas por leer, como para leer a la Zambrano. Claro, podría haberle consagrado por lo menos un cuarto de hora, pero no.

Una de las últimas fotos del poeta Gerardo Deniz. Otoño de 2014. Foto: FF

—Bueno, te simpatiza y ya es bastante.

—Sí, sí. Pero, en fin. Hasta Gaos me da cosa el pobre.

—¿Por qué?

—Pues no sé. Era un señor muy…

—¿De veras?

—Sí. Su mujer le contaba al viejo García Ascot que le había tenido que enseñar todo a don José Gaos en la noche de bodas porque no tenía ni idea. Y luego aquí en cambio las damas latinoamericanas que entraban como oyentes a su clase lo traían como el gran ídolo y él se lo creía. Había una señora que venía de Panamá que le decía: “Maestro, comprendo todo lo que usted dice. Yo, cuando dice usted ‘el hombre’, escribo en mis notas ‘el hombre’… Pero cuando usted dice [con énfasis] ‘el hombre’, yo pongo ‘Hombre’ con mayúscula. Y cuando dice usted ‘porque lo característico, genuino, metafísicamente del hombre’, yo lo pongo todo con mayúsculas”. En fin. Y luego al final el pobrecito enviudó pero halló un regazo de paz en brazos de la criada, lo cual me parece muy bien, sólo que…

—Oye, bastante indiscreta su mujer contando ese detalle de la noche nupcial, ¿no?

—Sí, sí, pero es que estaba rabiosa porque se le desaparecía entre el jardín de Alá de las discípulas cultoides y todo eso, con las cuales me costó el no publicar una cosa en… Lo de la señora [Ena] Lastra y el IMDNB.

—Sí, sí, sí.

—Digo, por andar bromeando con las damas cultas es por lo que me gané el título de “antifeminista”.

—Qué rara acusación, ¿no?

—No, al contrario, ellas viven así. Las entusiastas del tema encuentran que es una injusticia el que, qué sé yo, “cacahuate” sea masculino. Y quieren, supongo, reducir el género en la gramática española a puros neutros. O a puros femeninos, mejor. Al final y al cabo el sueco divide los sustantivos en “neutro” y “común”. En el común entran los señores y las señoras. En el neutro entran los niños. Así, el descubrir el antifeminismo hasta en el rincón más olvidado del clóset es labor de estas damas.

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