Esta generosa y bella nota de nuestro admirado amigo Jesús Silva-Herzog Márquez fue publicada en el diario Reforma el 8 de septiembre de 2021. Como no es fácil leerla en el portal del periódico en línea y no está en ningún otro lugar, he solicitado permiso a su autor para recogerla en este blog. Gracias nuevamente a él.

La majestad de lo mínimo

Por Jesús Silva-Herzog Márquez

En un ensayito sobre El barón rampante, de Italo Calvino, Fernando Fernández reflexionaba sobre los caprichos de la memoria. Algo le parecía extraño en su reconstrucción de la novela. No escuchaba pájaros en ese relato de un hombre que pasó casi toda su vida en la copa de los árboles. No recordaba aves, pero ubicaba perfectamente en qué biblioteca pública española lo había leído y todas las características de la edición en que lo releyó años después, en México. Al reencontrar la novela se percató que, lejos de lo que recordaba, la novela del italiano estaba repleta de pájaros.

El ensayito que puede leerse en Contra la fotografía de paisaje es buena muestra de la aproximación de Fernández a la lectura. Sin jerga teórica, el lector comparte esos gozos que se vuelven parte de la vida misma. El lector no puede desprender de su recuerdo las marcas de la portada y de la edición, el grosor de las páginas, las erratas que se cuelan entre los párrafos. La fisonomía del libro encuentra en él un retratista atentísimo. Y no es solamente el cuerpo del libro lo que retiene, sino el mundo de asociaciones que despierta el texto: la persona con quien lo comentó por primera vez, la persona que dio la pista para el hallazgo, la librería donde apareció ese poemario, sin haberlo buscado. Cuando, a los 16 años, Fernando descubrió a Borges, recuerda que el Concorde volaba por los cielos del Distrito Federal.



En estas semanas han aparecido dos libros extraordinarios de Fernando Fernández. El primero es un diario de la peste que será, sin duda, una de las contribuciones literarias perdurables de estos años desquiciados. Se trata de una bitácora admirable de su encuentro con el Covid. Almas flexibles (Turner, 2021) un título que pesca de Montaigne, relata con serenidad, sabiduría y belleza esa invasión que lo llevó al hospital y que puso en riesgo su vida. Sin dramatismo, el ensayista que es no puede dejar de someter la experiencia a examen y encontrarle a todo, matiz. Ante la incertidumbre y el peligro, entre piquetes y sofocos, un hombre contempla la ciudad, sus cariños, la vida. Escucha música, aguza lo que sobrevive de su olfato.


El segundo libro es una colección de ensayos sobre su poeta. La majestad de lo mínimo (Bonilla Artigas, 2021) recoge su contribución al centenario de la muerte de Ramón López Velarde. Apuntes que pescan detalles de la vida y la poesía del zacatecano: notas sobre una fotografía y algún retrato, pesquisas sobre la identidad de sus musas y una colección de las erratas que salpican la edición de sus obras. El último texto de esta selección indaga sobre sus últimas horas. En la edición que José Luis Martínez preparó de las obras de López Velarde se cuenta que el poeta murió por causa de un paseo nocturno. Había ido al cine y a cenar y, a pesar del frío, caminó durante horas «porque quería seguir hablando de Montaigne.» La idea de que la última velada de López Velarde, antes de caer en cama, haya sido un largo paseo para hablar del padre del ensayo es tan perfecta que a Fernández le resultó sospechosa. Perfecta porque sugiere, por supuesto, que en esa conversación se habrá tocado la médula de esa filosofía que es un aprendizaje para la muerte. Habría en esa caminata una premonición y tal vez, ya un consuelo.



Fernando Fernández se dio a la tarea de rastrear la fuente de ese noticia y no encontró fundamento convincente. Si habló de alguien en esa noche, de acuerdo a los testimonios más confiables, no fue de Montaigne, sino de Góngora. Y porque a lo que nos invita este ensayo meticuloso es a la imaginación, podríamos pensar que, en esa noche larga y fría, pudo haber dicho aquel poema sobre la brevedad engañosa de la vida:

Mal te perdonarán
a ti las horas:
las horas que limando
están los días,
los días que royendo
están los años

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