Como hago muchos fines de año, estos días me he asomado nuevamente a las librerías de la calle de Donceles, en donde, como de costumbre, no he dejado de vivir algún interesante hallazgo libresco. Tenía poco tiempo; el suficiente para echar un ojo aquí o allá, y para comprobar que las librerías que dan carácter a esa calle se han reducido sensiblemente. Ya no existe, por ejemplo, la insondable e indiscriminada Inframundo, que conformaba una pareja armoniosa con su vecina, la selecta Bibliofilia, afortunadamente en funciones todavía, ambas animadas en tiempos más felices por su propietario Mercurio López.

Bibliofilia, todavía en pie, en una imagen de marzo de 2010. En primer término, el poeta Ursus Sartoris. Foto: FF
La librería Inframundo, cerrada actualmente, aparece aquí tal como era hace doce años. Foto: FF

Alguna vez tendré que poner al día el levantamiento que hice de las librerías de la calle en marzo de 2010, de donde salió el reporte que publiqué primero en dos entregas en este espacio y luego fue generosamente recogido en Libreros (2016), el gran volumen sobre la historia de las principales librerías de ocasión de la Ciudad de México, obra del propio Mercurio, editado por su sobrina, la talentosa Selva Hernández.

Mercurio López, el día que visitó mi programa de radio para hablar de su espléndido libro llamado Libreros (2016). Foto: FF

Corto de tiempo y todo, no dejé de pasearme por Donceles, una de las calles más bellas y significativas del centro de la capital del país, y lo hice en sentido oriente-poniente empezando en el templo de la Enseñanza, que mi abuela Fernanda visitaba el día del Pilar de cada año. Como hemos dicho en numerosas ocasiones, aunque no haya necesidad de hacerlo pues lo sabe todo el mundo, la calle está colmada de espacios públicos y privados del máximo interés, y de curiosidades y encantos de todo tipo.

Número 66 de la calle de Donceles. Foto: FF

La casona que tiene el número 66, por ejemplo, es la sede histórica de la Academia Mexicana de la Lengua, inaugurada en 1957 y recuperada apenas de una situación de litigio, por lo que desde hace muy poco, tan poco como principios del año pasado, ha vuelto a ser la casa permanente de la institución. Como se comprenderá, supuso una emoción especial para mí el visitarla, aunque haya sido solamente por afuera. Ya allí, me he vuelto a preguntar si la hermosa puerta que se abre a Donceles seguirá siendo la que donó Artemio de Valle Arizpe y que venía “de la derruida casa solariega en Saltillo” del académico neocolonialista, según cuenta Salvador Novo en el pasaje respectivo de sus fabulosas crónicas sexenales, tal como recogí en La majestad de lo mínimo (Bonilla Artigas, 2021, pág. 99).

La puerta de la casona que sirve de sede a la Academia Mexicana de la Lengua. La imagen fue hecha el 23 de diciembre pasado. Foto: FF

El hallazgo bibliográfico de mi nueva visita ha sido Asturias y los poetas, de Manuel Lombardero Suárez (Ediciones Nobel, 1996), libro del que no tenía noticias y decidí comprar después de vivir uno de esos pequeños episodios hechos de azar y misterio con que a veces se presentan los libros a nuestros ojos. Naturalmente lo vi con curiosidad, aunque sin sentir el impulso de llevármelo: mis búsquedas actuales andan lejos de mis intereses asturianistas (y para nada son ilimitados mis recursos económicos ni el espacio disponible en mi biblioteca). Tomé nota de su existencia, por si alguna vez se volvía necesario consultarlo, pero nada más. A continuación, eché un vistazo a su índice y di con el nombre de mi amigo Alfonso Camín.

Varias veces he hablado en este espacio de mis encuentros con el poeta de Roces, amigo en cierto grado de López Velarde, quien le dedicó unos versos colmados de simpatía. Camín es autor de unas extraordinarias memorias de infancia llamadas Entre manzanos, las cuales conservo en las dos ediciones (1952, 1978) hechas por él mismo y encontradas ambas, aunque en incursiones distintas, en las librerías de Donceles. Más difícil, por cierto, fue dar con sus voluminosas memorias cubanas, Entre palmeras (1958), que asimismo terminaron apareciendo, por cierto en la librería menos pensada de la calle…

Entre palmeras. Vidas emigrantes, de Alfonso Camín (1958). La portada es de Germán Horacio.

La consulta del índice de Asturias y los poetas me llevó a la página 383 y fue entonces cuando cambié de opinión y decidí llevarme el libro. Ocurrió delante de la sección de Ensayo Literario de la librería El Laberinto (Donceles 74), en cuanto leí, en medio de un pequeño mareo, un tanto borgiano, el siguiente párrafo, con que arranca el primero de los dos trabajos dedicados a Camín:

Otra vez y con el agrado de siempre hemos viajado a la capital de México, al llamado Distrito Federal, y otra vez hemos visitado las librerías de ocasión que se agrupan en la calle de los Donceles [sic] en el llamado centro histórico de aquella enorme y destartalada ciudad, en busca de alguno de esos hallazgos que surgen muy de vez en cuando y llenan de felicidad a quienes padecemos el mal del bibliófilo, consistente, como ustedes saben, en…

Un comentario en “Fin de año en Donceles

  1. Existió una sede anterior de la Academia Mexicana de la Lengua en la calle de Cuba (ahí sigue la placa). Un drama de las librerías de Donceles es que a partir de la pandemia ya no están comprando libros; ahora hay más movimiento en San Fernando, a ver qué día vamos. Pero seguro todo esto ya lo sabes, de todos modos dejo la nota para tus lectores. Un abrazo y lo mejor para 2023.

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