
El poeta y filósofo Josu Landa dedica y muestra a la cámara un ejemplar de su traducción de Muerte sin fin, de José Gorostiza, al euskera. Lo curioso de la historia es que es la segunda vez que me lo dedica; la primera fue hace exactamente 10 años, en lengua vasca.

El jueves pasado, que volví a verlo, le pedí que añadiera en la página opuesta la misma dedicatoria, incomprensible hasta el día de hoy para mí, traducida ahora al castellano.
