Apenas tres o cuatro traducciones hizo por placer Gerardo Deniz a lo largo de su vida, aunque dedicó una considerable parte de ella a esa actividad, a la cual debió recurrir como una forma más o menos cómoda de sustento —aunque casi siempre trabajosa y nunca suficientemente bien pagada—. Una de esas traducciones es la que hizo del célebre poema «La pulga» del poeta inglés John Donne, que fue publicada por vez primera en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica (núm. 13, enero de 1972, pág. 10). En 1974, la recogió Marco Antonio Montes de Oca en su antología de traductores mexicanos El surco y la brasa (FCE, México, pág. 344). En años recientes fue relanzada por los jóvenes editores de La Dïéresis, bajo cuyo sello apareció en una edición artesanal acompañada de una traducción del mismo poema hecha por el poeta José Luis Rivas. Como he tenido que transcribir el texto para reproducirlo en el capítulo que sobre la faceta de Deniz como traductor incluye el libro que preparo sobre su vida y su obra, se me ha ocurrido copiarlo también aquí, para el conocimiento de quienes leen este blog.

La pulga

John Donne

Traducción de Gerardo Deniz

Mira esta pulga, pues, y así discurre

cuán poca es la merced que tanto niegas;

a mí picó primero, ahora te bebe;

nuestras sangres en ella van mezcladas

sin que nadie descubra ni pecado

ni vergüenza, ni doncellez perdida;

ella sólo disfruta, sin proemios

se atosiga con sangre de dos partes:

tanto a nosotros no se nos concede.

Tres vidas en la pulga replegadas;

desposados, y más, en ella estamos;

lecho nupcial nos alza, también templo,

y somos, simultáneos, tú y yo juntos,

desplazca o no, o a quién: vamos cercados

por vivientes murallas de azabache.

Si la costumbre os mueve hacia mi muerte,

no cedáis, que suicidio se llamara

y triple sacrilegio en triple escarnio.

Cruel y repentina empurpuraste

la uña en una sangre de inocencia.

¿De qué pudo la pulga ser culpada

si no de haber libado en ti una gota?

Triunfaste, sí, y ahora, satisfecha,

no ser más débil dices, que yo menos.

Y pues es cierto, aprende la mentira

de los temores, porque a mí cediendo

más de honra que hoy de vida no perdieras.

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