Directa, nerviosa, un tanto impaciente, “Tú eres el autor, ¿verdad?”, me espetó, más que me dijo, cuando estuvo delante de mí, la Reina de España, con un ejemplar de Oriundos en la mano. Acaba de entregárselo mi amigo Javier Niembro, quien estaba a mi izquierda igual que yo de pie debajo de la lluvia que caía en ese momento, sin el paraguas que nos habían solicitado que cerráramos durante el tiempo que estuviera la familia real delante de nosotros. La Reina Letizia echó un vistazo al libro y dijo: “¡Pero no me lo den a mí! Yo ya lo tengo. Mejor dénselo a alguien que no lo tenga”.

Intercambio con la Reina Letizia. Asiego de Cabrales,
19 de octubre de 2019. Imágenes tomadas de la televisión.

Eso lo sabíamos nosotros: unas semanas antes, la Casa Real nos había solicitado un ejemplar. Presumimos el hecho, pero no nos engañamos: como ella y Felipe VI iban a pasar unas horas en una ignota y minúscula aldea de las montañas asturianas, delante de vecinos, autoridades, curiosos, prensa, lo aconsejable era que los responsables de preparar la visita, entre ellos los encargados de redactar los discursos, tuvieran a mano toda la información que pudiera conseguirse.

Portada de Oriundos (Cataria, tres ediciones: México, 2018; Oviedo, 2019; México, 2020).

Oriundos había aparecido en México unos meses antes, después de esperar editor durante más de nueve años pero justo a tiempo para formar parte de la candidatura de Asiego de Cabrales a Premio Ejemplar 2019 de la Fundación Princesa de Asturias, reconocimiento que acababan de concederle. Aunque los asesores de la Casa Real luego no lo usaron para nada, vaya, ni siquiera para mencionar su existencia, mi libro les ofrecía una fuente confiable de datos, una galería de personajes y un puñado de anécdotas relacionados con la historia de ese pueblo enclavado en aquellas soledades por las que debían asomar Felipe VI y su familia.

La víspera de la visita real, de camino a Asiego, tomé esta foto de los Picos de Europa desde la carretera que sube al pueblo.
18 de octubre de 2019. Todavía no empezaba a llover. Foto: FF

“Quédeselo”, insistí a la Reina, “quédeselo, porque este ejemplar tiene una dedicatoria especialmente escrita para ustedes”. Ella aceptó, de buena gana. No hubo más intercambio; doña Letizia tendió la mano a Marta Rodríguez, quien seguía en la hilera a mi derecha.

Dedicatoria en el ejemplar de Oriundos entregado a los Reyes de España el 19 de octubre de 2019.

Luego vinieron las niñas: la Infanta, primero; después, la Princesa. Aquélla un poco más alta que ésta, de gabardinas idénticas, muy sonrientes las dos, cada una debajo de un paraguas. Un saludo un tanto mecánico, sin pérdida de tiempo. Una de ellas debía de estar nerviosa porque tenía la mano empapada; fue todo tan rápido que apenas tomé nota del hecho, pero ya desde poco después, cuando hice el recuento de mis sensaciones, no fui capaz de establecer cuál de las dos me había ofrecido una manita tímida, húmeda, alargada.

En tanto el Rey le da la mano a Javier Niembro, yo saludo a la Princesa de Asturias. Imágenes tomadas de la Televisión de la RTPA.

Por más que la familia real hubiera llegado con retraso a la cita en Cabrales; por más que la agenda de aquel día hubiese sido planeada sin ninguna holgura; por más que fuera necesario extremar las medidas de seguridad, no había necesidad de tanto apremio. Lo que aceleraba todavía más el ritmo impuesto por el odioso protocolo era el agua que caía aquella mañana en Asiego: había empezado a llover en la madrugada, llovía desde temprano y lloviznaba en ese preciso momento, exactamente como iba a seguir lloviendo a lo largo de toda aquella jornada (y todavía continuaría haciéndolo toda la santa noche…).

La familia real en Asiego de Cabrales, bajo la lluvia. La foto es del momento en que los Reyes y sus hijas se acercan a la iglesia del pueblo, un par de horas después de los primeros saludos. Las aldeanas acababan de quitarse los paraguas y descubrir la ofrenda (que estuvo hasta ese instante debajo de un toldo de plástico), para cantar para ellos. Foto: FF

Una pena, no sólo porque la experiencia fue mucho más neurótica de lo que pudo haber sido bajo un cielo límpido y soleado. El sábado 19 de octubre de 2019, en Asiego de Cabrales, Pueblo Ejemplar de Asturias de ese año, resultó literalmente pasado por agua: todo fue grupos de personas agolpadas bajo los aleros y los portales, asomadas a las ventanas y los corredores, o directamente colocadas debajo de la lluvia, detrás de las vallas de contención y con banderitas de España y Asturias (y alguna de México), de entre los que sobresalían los paraguas y los abrigos y los gorros de plástico y los chubasqueros, y de los cuales algunas veces se desgajaba algún niño que traspasaba la valla y corría para cambiarse de grupo, librando para ello los ríos que fluían cuesta abajo por las callejas despejadas para el paso de la familia real.

Vista de los Picos desde Asiego,
óleo de S. Pascual Tejerina, 1973. Archivo: FF

El caserío de Asiego está dispuesto en las estribaciones de la sierra de Cuera y eso se nota aquí y allá con taludes, rampas y pendientes a veces muy pronunciados. Eso mismo hace del pueblo una suerte de terraza abierta a unas vistas espléndidas —la más hermosa de las cuales se abre con lujo espacial hacia los magníficos Picos de Europa, del otro lado del inmenso valle del río Casaño.

Los picos de Europa, del otro lado del valle del río Casaño, desde Asiego de Cabrales. Detalle del óleo de Tejerina.

Por esa razón, una de las actividades programadas para la visita, propuesta por el grupo encabezado por Javier Niembro y aceptada con entusiasmo por los responsables de la Fundación Princesa de Asturias, y a la que ya sobre la marcha, ya que la lluvia no dejaba de apretar, tuvo que renunciarse, era la visita a un Mirador ubicado en lo alto de una de las erías del pueblo, desde donde el panorama es todavía más esplendoroso.

Por último, apareció Felipe VI. Venía sin paraguas, tarde un poco respecto a su mujer y sus hijas, pero sin dejar de avanzar a su ritmo, más pausado y tranquilo, una manera elegante de conducirse sin duda adquirida en sus largos años en el oficio de los asuntos reales. Tampoco cruzó ni media palabra con Javier Niembro, a quien se limitó a ofrecer la mano igual que había hecho la Reina, y en eso también él se equivocó, ambos mal asesorados por los organizadores, quienes bien sabían que mi amigo era quien mejor podía explicarles en tres palabras en qué consistía el proyecto de alternativas a la muerte del mundo rural de Asturias puestas en práctica por el pueblo, precisamente lo que estaba premiándose ese día. (Sobre el desencuentro entre el ideólogo de Asiego y el Rey escribí un artículo que apareció primero en este blog y luego fue publicado en La Nueva España de Oviedo.)

Advertido de dónde venía yo, Felipe VI, después de estrecharme la mano, me preguntó si visitaba con frecuencia Asturias. En vez de contestarle “no todo lo que me gustaría” o algo semejante, lo que me hubiera permitido preguntarle a mi vez cualquier cosa para provocar algún diálogo, lo que salió de mí, que para nada estaba prevenido, fue una errática perorata sobre los cinco años que viví en Oviedo para escribir mi libro, la primera edición de Oriundos hecha en México, la importancia de la emigración en la historia asturiana … que fue escuchada con una amabilidad, que, no por ser profesional, me pareció menos sincera (o precisamente por eso). El Rey, sin dejar de sonreír, aprovechó que me detuve a tomar aliento para extenderle la mano a quien seguía a mi derecha, Marta Rodríguez.

Con Marta Rodríguez, Paulino Díaz, Tomás Fernández López y Javier Niembro, una vez concluido el almuerzo con los Reyes.

Los representantes de la candidatura de Asiego, entre quienes generosamente fui incluido como autor de Oriundos, estábamos en la “segunda línea de saludo”, como dice la cronista de la televisión asturiana (la primera la conformaban los miembros del jurado). Esa línea de saludo estaba colocada en el lado opuesto al sitio donde la familia real desveló a continuación la placa conmemorativa de su paso por el pueblo, por lo que estábamos en el lugar menos indicado para aparecer en las imágenes llamadas a conmemorar aquella jornada histórica.

Placa conmemorativa desvelada por los Reyes el 19 de octubre de 2019 en Asiego de Cabrales. La foto fue tomada al día siguiente de la visita real al pueblo. Foto: Lola G. Zapico

Eso provocó que ninguna de las decenas de cámaras, ya fuera fotográficas o de video, que se apretaban en el lugar asignado a la prensa, captara con deseable cercanía el momento en que la familia real saludó a quienes habían trabajado para mostrar la labor emprendida por el pueblo, cuyo trabajo justificaba el premio y la presencia de los Reyes en Cabrales. Si conseguimos las imágenes del momento que acompañan esta entrega de Siglo en la brisa, es porque alguien las tomó esa noche de la retransmisión de lo que grabó la televisión asturiana.

Pasado el momento solemne, el orden reinante (nunca mejor utilizada la palabra) se transformó abruptamente en un gentío sin ton ni son, caos, paraguas, más agua… Sólo Alberto el de Clementina se mantuvo impasible, apostado en el huerto de su casa, presenciando aquel día histórico que jamás hubieran imaginado los hombres y las mujeres apenas de la generación anterior (y ya no digamos los más viejos, los de hace cien años, quiero decir, los vecinos de aquel pueblo empobrecido y remoto de donde partieron nuestros bisabuelos y sus hijos para América). Pero de Alberto y de esa especie de gallardía sordamente republicana que sacó pecho ante el paso de la familia real, hablaré otro día.

Personaje central de Oriundos, Florentino Bueno Bueno murió doce años antes de la visita real al pueblo. Me gusta imaginar lo que él hubiera pensado y dicho sobre la visita real a la aldea familiar. Foto: FF

Desde aquella tarde, mis familiares y amigos me han pedido una reseña de cómo fue la experiencia de estrechar la mano a los Reyes de España y entregarles un ejemplar de Oriundos. Con un retraso de más de diez meses (tiempo en que ha cambiado el mundo, un mundo en el cual los hechos del pasado octubre simplemente no podrían repetirse), cumplo con ellos publicando este post que recupera mis impresiones de aquel memorable momento.

Invitación oficial a los actos de entrega del Premio Princesa de Asturias al Pueblo Ejemplar 2019.

Las fotos que conforman este post fueron tomadas de la pantalla de la tele de una retransmisión de Radio Televisión del Principado de Asturias (RTPA) del 19 de octubre de 2019.

Más sobre Oriundos en este blog:

Asiegu ya tiene novela.  

Asiego, Premio Princesa de Asturias al Pueblo Ejemplar.

Boda civil.

Santos, 1923.

Antonio Poo.

El arroz Covadonga.

Retratos asturianos.

Un comentario en “Relato de un saludo real (pasado por agua)

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s