
Este mes se cumplieron 20 años de la aparición del último número de Viceversa. Fue en mayo de 2001 cuando salimos a la calle por última vez. Como una manera de conmemorar esa fecha, me ha parecido una buena idea compartir algunas imágenes de aquel número, cuyo índice encabezaban una crónica de Magali Tercero ilustrada con fotos de Rogelio Cuéllar, una entrevista con el cantante franco-español Manu Chao y el análisis de una novela de José Saramago. Entre otros materiales, incluimos un portafolio fotográfico de Ricardo Salazar y un poema de nuestro maestro Eduardo Casar. Acompaño esas imágenes con la Carta de adiós con que entonces nos despedimos de los lectores. Me parece que ese texto habla, aun ahora, dos décadas más tarde, lo que fue, o quizás mejor dicho, de lo que quiso ser nuestra revista.

Carta de adiós
Ocho años y medio, noventa y seis números, cientos de colaboradores, entre escritores y fotógrafos, periodistas y críticos, diseñadores y artistas plásticos. Un buen ejemplo de lo que hemos sido es esta entrega, la que tienes, lector, entre las manos, y que reúne, a propósito de un hecho histórico que muchos han considerado como de primera magnitud —la “toma pacífica” del EZLN de la Ciudad de México (del cual publicamos una crónica de Magali Tercero y unas fotos de Rogelio Cuéllar)—, una entrevista exclusiva con Manu Chao y el análisis de la más reciente novela de José Saramago.

Como es bien sabido, desde sus zonas de influencia, que en el caso de ambos son bien amplias, el escritor y el músico europeos han sido dos de los principales promotores de Marcos y el neozapatismo en el ámbito internacional. Ambos son, además, como su admirado mexicano, figuras particularmente representativas de nuestro tiempo, lo que hace que los tres trabajos, como tendría que ser en un número del significado de éste, estén relacionados editorialmente desde su misma raíz.

Además, entre otras cosas, proponemos un homenaje a Ricardo Salazar, quien es quizás el fotógrafo testimonial más importante de nuestra literatura, tan desconocido por unos como olvidado por otros, en cuyo portafolio recogemos los rostros, eso sí, casi todos jóvenes, de algunas de las personalidades más importantes de un siglo al que esta revista ha servido de corolario intenso y distendido, desafanado aunque afanoso, profundo pero seducido por la textura de la superficie, desde su lugar en el universo de la cultura mexicana.


Viceversa vio la luz en el amanecer de una nueva época y deja de verla cuando esa época se ha aclimatado meridianamente, vive su primer cenit, es una verdad como un inmenso sol en el cielo de México. Es tiempo para otras publicaciones. En adelante, acaso sirvan de referencia y estímulo la multiplicidad de intereses de nuestra revista, su proteica curiosidad, su hambre del mundo y formas, que no han sido sino parte de una aventura editorial de muchos, verdaderamente plural, que hizo de la diferencia y la apertura una victoria de la expresión hasta este día.

Un grano de arena (y eso muy a pesar del runrún de los estrechos y los snobs, la ignorancia soberbia de muchos publicistas, las imposibilidades y las parálisis), ha puesto Viceversa en el estante de las cosas públicas a favor de la atmósfera de renovación que vive México. Pero nunca dejarán de aparecer revistas buenas, atrevidas y originales, en esta cultura donde hay o se planean más revistas que estiércol, las que se venden y las que no, las que se van a lograr y las que nunca han de lograrlo, las que no importan —tantas, inútiles, adelgazadas por la banalidad, comidas por la comercialización—, y las que sí, las pocas pero enormemente significativas, las menos pero esenciales para entender a este país. Imposible dejar de decir una palabra de agradecimiento a quienes apoyaron, desde los más variados foros, empresas, instituciones privadas y públicas, gubernamentales y universitarias, el trabajo de Viceversa.

Tampoco es posible dejar de decir gracias a quienes, en distintos grupos y épocas, hicieron de esta revista, apasionadamente, una forma de la creación, y que la vivieron como un proyecto personal. Quiero agradecer en especial al orgulloso grupo que la hace hasta hoy, compuesto por Claudia [Muzzi] y Gerardo [de la Cruz], Carla [Fernández] y Nadia [Benavides], Maricarmen [Fernández], Carlos [Rabiella] y Mónica [Rueda]. Más allá de este número ejemplar, ahí quedan, como testimonio de la apuesta que lanzó esta revista, sus cientos de colaboradores de todas las tendencias y edades, sus noventa y seis números variados y ricos como la gama de los colores, los ocho años y medio de creatividad y descubrimiento, de aprendizaje y renovación —en una palabra: de cultura con otros ojos—. Estos años, esos números, esos colaboradores son quienes mejor que nada o nadie hablarán de lo que fue Viceversa.
Fernando Fernández
Mayo de 2001

Más sobre Viceversa en este blog:
A veinte años de su fundación.
El número de Scherer, en línea.
Viceversa en la historia del diseño gráfico en México (primera de tres partes).
Un comentario en “Carta de adiós (Viceversa, mayo de 2001)”