Un mediodía de 2014, María Luisa La China Mendoza me concedió una extensa entrevista sobre su vida y su obra. La publiqué en este blog cuatro años más tarde, poco después de su muerte, dividida en dos entregas. Dejé fuera entonces, porque no venía a cuento, la parte de la conversación donde se refería al golpe que Mario Vargas Llosa propinó a Gabriel García Márquez en una sala de cine de la Ciudad de México el 12 de febrero de 1976. La China no sólo fue testigo del hecho, sino que tuvo una actuación protagónica en los minutos y las horas inmediatamente posteriores. La periodista y escritora nacida en Guanajuato el 17 de mayo de 1927 y fallecida en la capital del país el 29 de junio de 2018, pasó sus últimos tiempos convencida de que su persona y sus libros habían sido injustamente despreciados y echados al olvido. No le faltaba razón: cuando el trabajo de las escritoras mexicanas empezaba a verse de otro modo y por lo tanto era ya impulsado desde las más diversas instancias públicas y privadas, ni uno solo de sus libros se conseguía si no era en ejemplares de segunda mano y casi sólo en librerías de viejo. Para La China, el modo en que se habían contado los detalles secundarios de aquel episodio biográfico de dos trascendentales autores hispanoamericanos era una pequeña prueba más de lo que denunciaba. Reproduzco el fragmento de la plática grabada en su casa de San Miguel Chapultepec en presencia de sus compadres Norma Yolanda Contla y Juan Miranda, en la que ella hizo memoria de lo sucedido en la famosa ocasión. (Las fotos de Juan Miranda incluidas en este post fueron hechas ese día.)

La China, en su casa, durante la entrevista. Era un mediodía de la primavera de 2014.
Las fotos son de Juan Miranda.

—China, me dice Juan [Miranda] que tú estabas el día que Vargas Llosa le dio el puñetazo a García Márquez.

—Sí. Gabo a la primera gente a la que fue a quejarse fue a mí. Se me colgó aquí, del brazo. “¡Me pegó, uh!”. Como niño, ¿verdad? Traía la cara roja, roja, así, del fregadazo. Ahí estaba mi compadre, él te lo puede ratificar. Yo le dije: “¡Hay que traerte rápidamente hielo y un bistec!”

—Leí en la nota de un periódico que Elenita Poniatowska fue a conseguirle un bistec.

—¡Yo fui la que me llevé a Elena Poniatowska y a María Idalia, que estaban paradas junto de mí! “¡Vénganse, muchachas, vamos a conseguir un bistec!”. Y fuimos a un restaurant de junto, que vendía hamburguesas. Entonces yo pedí una hamburguesa sin hacer, y no me la quisieron vender… ¡No me la quisieron vender, fíjate nomás! A fuerzas tenían que hacerme la hamburguesa. Pero ahora ya es Elena Poniatowska… ¡Te digo, el ninguneo hasta de eso, por Dios!

—Pero ¿dónde fue eso, China? La nota del periódico decía que fue en Bellas Artes.

—No, no. Fue en un salón de exhibición de películas de una…

—[Juan Miranda] …del Sindicato de Cinematógrafos.

—Eso, de Cinematografía. Y había una entradita, uno como pequeño foyer, en donde daban la copa y demás antes de entrar a ver la película, esa sensacional de los que se comieron a sus compañeros en la montaña.

Los supervivientes de los Andes.

—Exacto, Los supervivientes de los Andes. Entonces había mucho intelectual, y mucho centroamericano, mucho sudamericano, claro…. Gabo acababa de llegar de Europa.

—¿De qué conocías a Gabo, por qué te llevabas tanto con él?

—Porque era de mi grupo, del grupo de locos furiosos.

—Y luego, ¿qué pasó?

—En el cuarto de junto estaba Vargas Llosa, ahí como lagarto parado. Entonces fue el bobo de Gabo, que era muy bien intencionado, o por lo menos en esa época lo era… “¡Quihúbole, Mario!”, y le da la vuelta. Y el otro volteó y ¡zaaas! “¡Hijo de la chingada! ¡Tú a mí no me hables, pendejo!” ¡Puros celos! Algo le ha de haber contado a él la mujer de Vargas Llosa, porque Gabo estuvo en Europa con la mujer y Vargas Llosa estaba aquí en México. Pues yo creo que la invitó al cine, o a cenar. A nada, a lo que hace la gente amiga. Y éste, que es un machín como todos los hombres de América Latina, montó en cólera. No le vayan a volar a la mujer. Y entonces fue rebonito… Esto no me lo vayas a publicar, pero yo les dije: “¡Vengan, vengan!”, y todos se hicieron bola alrededor, con Gabo ahí, y le jalábamos y tal y cual. Y entonces la Gaba [la mujer de Garcia Márquez], que era una muchacha maravillosa, fue al otro cuarto: “¡Hijo de tu madre! Mi marido anda con señoras, no con putas de Sudamérica. Mi marido tiene muy buen gusto”. Le dio una agarraleta… Lo puso bombo. ¿Tú no viste eso? [a Juan Miranda:]

—[Juan Miranda:] Yo vi todo eso.

—¡Ah, pos ahí está, pa que no…!

—[Juan Miranda:] No, no, pero estoy sabiendo tu versión, China. Llevaba un pantalón de este color, color verde…

—¿Quién?

—Él, Vargas Llosa, llevaba un verde de ésos… La chamarra era de cuero de ante y el pantalón verde. Recuerdo cómo lo insultaba Mercedes…

—La Gaba.

—[Juan Miranda:] La Gaba, y le decía eso: “Gabriel no tiene esos malos gustos, jamás se fijaría en Patricia”. Y el otro transpiraba tanto que se veía cómo se iba humedeciendo todo debajo de las axilas…

—[La China:] ¿Y tú no sacaste esas fotos?

—[Juan Miranda:] ¿No te digo que fue la mayor pendejada que he hecho en mi vida?

—[La China:] Ay, qué pendejo. [Risas de todos]. Hemos sido muy pendejos nosotros, qué barbaridad. Serías ahorita el fotógrafo más importante de la tierra. Y qué, ¿no se te ocurrió?

—[Juan Miranda:] No. Me apaniqué.

—[La China:] Te apanicaste… Pues sí, pues es que era fuertísimo.

—[Juan Miranda:] Era la primera vez que estaba yo frente al público.

—¿Llevabas tu cámara?

—La llevaba colgando, Fernando. Y veía cómo transcurría todo. Después del golpe, yo me salgo y enseguida veo que Gabriel llega con ustedes… Y veo que tú empiezas a pedir un hielo… Alguien llevó un hielo. Y ahí estaban, y veo… ¿De quién era el pañuelo con que le estaban limpiando la cara?

—Pues sería mío, porque él… No sé. ¡Todo era mío! ¡Hasta la paternidad del puto pañuelo me niegan, mano! Luego le dije: “Vámonos a la casa, Gabo”, porque era la casa que quedaba más cerca de donde estábamos. Entonces, se treparon a mi vochito. Yo manejaba, adelante iba Edmundo [Domínguez Aragonés, periodista, su marido] y ellos dos atrás, Gabo con la cara así, hinchada, y llegamos a la casa, en Tlatelolco. Subimos. Yo tenía una bay window, con una como camita salida hacia la calle, y ahí se acostó Gabo. Entonces yo rápidamente bajé al refrigerador, saqué un bistec, que había gracias a Dios, y se lo puse, así como en las caricaturas. Yo no sé si sirva, pero en las caricaturas siempre te ponen un bistec… Y se quedó así. ¡Ha sido un trancazo en la boca que para qué te platico! Mientras, sonaba y sonaba el teléfono. Yo contestaba como loca, lo medio que podía. Yo estaba acá arriba, en mi mesita de trabajo, y Gabo estaba ahí abajo, acostado. Pues se subió mi perro, choco-choco-choco… y oye… ¡le quitó el bistec y se lo llevó el jijo animal…!

—¿Cuál de tus perros?

—Pues debe de haber sido Lord Köchel [pronuncia “kéjel”]. Y le dije: “¡Looord, nooo, Looord!”, mientras yo tapaba la bocina, “¡Deja ese bistec!”, y corría con el bistec… Y ahí va Edmundo tras el bistec que se llevaba el perro… ¡No, hombre, una maravilla!

2 comentarios en “La Gaba puso bombo a Vargas Llosa

  1. Hola….F. Fernández. En éste siglo, salió la
    Crónica de lo acontecido, creo que fue en LA JORNADA. Al parecer Mario V. LL. andaba con una modelo….y Patricia le fue a pedir consejo a GABO… Y le dijo qué «se aguantará»… qué pronto pasaría!!! El periódico publicó la foto con el ojo morado del escritor. No recuerdo quien es el fotógrafo. SALUDOS 👌

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