Hace tres o cuatro sábados pasé por delante de la casa donde vivió y murió López Velarde. Iba por la banqueta contraria, camino a Insurgentes, con rumbo a una comida en el departamento de unos amigos. Cuando vi los cuatro cipreses italianos que están enfrente del edificio, recordé el ciprés contristado de la huerta conventual de uno de sus poemas más conseguidos. Me prometí espigar en sus páginas al menos otros tres, para acompañar estas fotos de los cuatro que se alzan en la acera delante de su vieja casa, airosos, sanos, bellísimos, como un homenaje vivo al eterno poeta. He aquí el resultado.

La casa donde murió López Velarde en junio de 1921. Foto: FF

Hoy como nunca…

Fuera de mí, la lluvia; dentro de mí, el clamor
cavernoso y creciente de un salmista;
mi conciencia, mojada por el hisopo, es un
ciprés que en una huerta conventual se contrista.

 (Obras, FCE, segunda edición, México, 1990, pág. 179)

López Velarde, retratado en la vieja Avenida Jalisco, hoy Álvaro Obregón, en cuyo número 73 está la casa donde vivió y murió.
Foto tomada de la red.

La doncella verde

En la luz teologal de tus dos ojos claros
se surten las luciérnagas, las joyas y los faros.
Rayan la oscuridad del más oscuro mes
las puntas de esmeralda de tus ínclitos pies.
Y tapizas el antro submarino, y la armónica
cuita de los cipreses, y la paleta agónica.

(Obras, pág. 205)

Primera edición de las Obras de López Velarde, al cuidado de José Luis Martínez. FCE, México, 1971

Las santas mujeres

Agobiadas de flores, las diaconisas de la eterna clemencia nos acompañaron al sepelio. Difundían, en el agrio dolor viril, hálitos de azahar. Sus ojos, sedantes como los de Santa Lucía, parpadeaban entre los cipreses. Se agigantaron en el crepúsculo otoñal. Entonces los hombres nos confesamos, de castidad a castidad, menos tristes y más pequeños, junto a la estatura de ellas, que levantaban sus brazos, píos y ornamentales, edificando la arcada alegórica del funeral.

(Obras, pág. 300)

Los cuatro cipreses delante de Álvaro Obregón 73, colonia Roma. Foto: FF

Noviembre

Noviembre, alguacil con tos, noche en que rueda sin mulas la tartana del infierno: sombra de ciprés que abrocha la tapia con la banqueta, para aplastar al gallo de la Pasión, como a un zancudo entre las hojas de un libro de magia negra.

(Obras, pág. 304)

Una de las primeras páginas de mi libro
velardiano de 2014
Ni sombra de disturbio,
AUIEO/Conaculta, 2014
Foto: Alicia Sandoval

Más sobre Ramón López Velarde en este blog:

Saturnino Herrán retrata al poeta, https://bit.ly/2SbaJtM

Una errata pertinaz, http://bit.ly/1R3E42m

López Velarde, ¿padecía una enfermedad venérea?, https://bit.ly/2QAxZ4z

Entrevista con Martha Canfield, https://bit.ly/2PoMRhv

Conferencia sobre “El sueño de los guantes negros”, https://bit.ly/2PuMPF2

Siete reseñas críticas de Ni sombra de disturbiohttps://bit.ly/2LP9MB2

6 comentarios en “López Velarde: cuatro cipreses

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