Una lección, en más de un sentido, ha sido para mí atestiguar el modo en que mi padre, el arquitecto Fernando Fernández Bueno (Ciudad de México, 1934), ha llevado a la realidad el proyecto de escribir sus memorias. Fue hace cuatro años, poco antes del encierro provocado por el Covid-19, cuando decidió poner por escrito su vida después de que una lesión de pelvis lo obligara a pasar una temporada encerrado en su recámara, sin más movimiento que el que suponía, entre grandes esfuerzos y dolores, trasladarse de la cama al sillón y de regreso.

Con el autor de El círculo y el compás, en una comida reciente.

El encierro se prolongó luego indefinidamente con la reclusión generalizada que vino con la pandemia, la cual, si en todas partes causó inquietudes, desasosiegos e impaciencias, en su caso, hombre de casa y con un rico mundo interior, vino con la calma y el tiempo necesarios para dedicarse, con una determinación y una persistencia ejemplares, a su proyecto de escritura. A los 89 años que tiene ahora, cumplidos cuando el libro estaba a punto de entrar a imprenta, a finales de octubre, el estado de su memoria sigue siendo simplemente perfecto, por cierto como lo ha sido siempre, cosa que puede comprobarse a lo largo de las casi trescientas páginas de El círculo y el compás (así se titula el libro), en donde rememora, a veces con lujo de detalle, con extraordinario lujo de detalle, una enorme cantidad de episodios de su vida.

Parque María Luisa, Sevilla, primavera de 1963.

Desde que empezamos a ver fotos, tanto para confeccionar con ellas un pliego con imágenes al final del volumen como para elegir la que pudiera usarse como portada, dimos con una que nos pareció ideal para este último propósito. Es 1963, y mis abuelos paternos, acompañados de tres de sus hijos (mi padre y dos de sus hermanos), hacen un viaje por España. Han estado en Asturias y viajan ahora por algunas ciudades del sur de la Península, como Sevilla, en donde están en el momento en que se hace la imagen, específicamente en el famoso Parque María Luisa. (Curiosa, esa costumbre de retratarse con palomas en las plazas y los parques públicos, me parece que abandonada ahora…)

Mi padre, con su hermana Mariflor, en la foto de arriba; en la de abajo, con su padre, Santos Fernández Bueno, uno de los personajes principales de mi libro Oriundos.

Desde luego, no carecía de dificultades intentar reproducir como cubierta del libro una foto del álbum familiar, obra de mano aficionada, hecha con prisa y sin mayores cuidados, pero la talentosa y experimentada Lola García Zapico, a quienes los lectores de este blog conocen como la responsable del diseño gráfico de los libros y las plaquettes de Cataria (Las hojas (sobre poesía) de David Huerta, entre los libros, y obra poética de Francisco Magaña y Alfredo García Valdez, Eduardo Casar y Luis Vicente de Aguinaga, entre las plaquettes) hizo lo necesario para librar sin problema el escollo y conseguir una portada especialmente bonita.

El círculo y el compás ha aparecido en una edición privada, no venal, de 40 ejemplares estampados en las prensas digitales de Offset Rebosán, para circularlos entre la familia y un puñado de amigos. En una entrada futura de Siglo en la brisa publicaré alguno de los muchos fragmentos del libro que rebasan el interés familiar.

5 comentarios en “El círculo y el compás

  1. En la entrada de Oriundos, en tu blog anterior, hay un árbol genealógico que no puede abrirse… Mi bisabuelo, José Bueno, también era un asturiano que llegó a México probablemente en 1912, junto con dos hermanas, de las que no sabemos sus nombres, y quería saber si, por suerte, pudieran aparecer en él.

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    1. Conozco a un gran experto en genealogías, de Cabrales, si quieres puedo conseguirte su correo electrónico. Quizás él pueda ayudarte… Y de todos modos, si no te importa pasarme el enlace donde está el árbol genealógico mío al que te referías, te lo mando en mejor resolución.

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